miércoles, 14 de febrero de 2018

LA MUERTE DE CRUZ

"Padre aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad sino la tuya”

                Son palabras de nuestro redentor cuando vislumbra que el momento final, aquél para el que había sido enviado y para el que se había estado preparando, estaba cerca.

                Posiblemente Jesús no sabía que sería llevado ante la autoridad, ni que ésta se encargara, con todas las formalidades del momento, de dictar una sentencia a muerte.

                Mucho menos, se plantearía qué tipo de dolor iba a superar los latigazos, los escupitajos de los soldados que se mofaban y su ridiculización en momentos tan cruciales para el hijo de Dios.

                Iba a cargar con su patíbulo a modo de penitencia y acompañado de dos reos más, uno que lo creía y otro que no. Tendría que soportar que lo vieran familiares y amigos y que se pensara que estaba allí porque “Él se lo había buscado”.


                Judas, uno de sus discípulos, se había ahorcado y su agonía iba a ser más lenta aún; el santo líquido que curó a Casio prolongaría el proceso de asfixia hasta el último halo y la muerte de cruz. Su crucifixión, se convertiría en la Salvación de todos los que hoy en Él creemos.
 
Dado en sede virtual el 14 de febrero de 2.018, miércoles de ceniza.

P.S.: Homilía del Excmo. y Rvmo. Obispo de Córdoba D. Demetrio Fernández González el 4 de marzo de 2.018: https://youtu.be/-YuHUV3qUqw

Extracto: "...Señor, Tú tienes palabras de vida eterna...; ...celo es un deseo ardiente apasionado capaz de vencer todos los obstáculos que encuentra por el camino. Dios es un Dios celoso... los judíos buscan signos (milagritos), los griegos sabiduría (grandes explicaciones)... y el apóstol S. Pablo resumiendo al cristianismo nos dice nosotros predicamos a Cristo crucificado... para los llamados es sabiduría de Dios..."

Actualizado el 6 de marzo de 2.018